Señora «D’ Él»


Jhoana Gabriela Chaidez Espinoza

Mi corazón vivió en las periferias de una oscuridad más que profunda, y es aquí cuando digo con júbilo que una flama en mi alma llegó y se expandió como miles de misiles sacándome de la eterna asfixia. Así que pude contemplar más claro que un pedazo de cristal templado. Dejé las vendas del maldito supuesto amor.

Me fui dejando llevar por la dulzura de tu camuflaje divino, tan parecido a los ángeles del cielo. Tus negaciones no me desmotivaron y la seducción llegó, te hice mío, solo mío. Te trastorné tanto que nos hicimos dementes el uno por el otro. No pude evitar seguirte a pesar de cada adversidad. Para mí fuiste miles de personas a la vez, lo recuerdas. La dulzura y descarada llama del amor inflamó nuestro corazón.

Ahora que lo pienso me enamoré más allá de tu casco, de tu arma y botas. Me enamoré de un hombre, de un caballero, de un ser inimaginable que me abrió las puertas de su vida. Ese ser duro, incuestionable, quizá, sí, supongo que duro de corazón, se atrevió a romper los paradigmas y reír sin parar con cada mensaje mío, a amarme sin igual, a entregarme con totalidad su ser y yo como buena compañera lo guardé en un tesoro de marfil a miles de metros de profundidad.

Amé el día en que nos unimos en matrimonio ante el Supremo Ser Celestial, fue como magia en los corazones rotos por un pasado desagradable, pero aquí estoy yo para restablecer cada herida con mis cálidos labios de gozo y delicadeza. Dices que soy amor, amor entero, sí, lo soy y solo para ti. Ahora con certeza, más que una simple certeza, sé que soy mujer o, mejor dicho, señora «D’ Él».

Eres un hombre de tierra, aire y mar. Admiro todo de ti, y lo admiro millones de veces mi vida entera. Amo la forma de comportarte, tu manera de fidelidad, la singularidad como me amas, todo lo tuyo lo adoro.

Para amar no es necesario un contacto físico, cuando el amor es puro y sincero, tiene un trasfondo, más allá de caricias, es soporte y resiliencia ante un mundo lleno de caos. Me digo, bendito momento en que te conocí, cuánto desearía que todos te conocieran como yo para que así nadie te cause daño.

Perderte es como un vacío en mi existencia, que va más allá de mí, supera mis fuerzas interiores y exteriores. Una luz perpetua se forma en nuestras historias llenas de nosotros mismos, de nuestro matrimonio. Lo más asombroso de mi vida eres tú, me causas un entusiasmo sin igual. Mis meses contigo, esos benditos seis meses a tu lado, son como destellos del universo que se avecinan una y otra vez como meteoros divinos. Cada día es una aventura de un amor a miles de kilómetros, pero que se fortalece con cada bala que recibo en mis pechos.

Mi mejor amor será este, el último de mi vida. Eres mi debilidad suprema, la tentación vive en mí, eres la persona más tentadora que conozco y tu seducción es infinita. Aceleras mi corazón con esa voz tuya que para mí es estupenda, más hermosa que los pétalos de la dulzura. El eco de mi alma está escrito con tu nombre y sé que esto es más que un sentimiento por ti, es una elevación celestial que me lleva a otra dimensión sobrehumana, una clase de éxtasis.

No tienes idea del júbilo que se acrecentó en mi corazón cuando me dijeron que eras para mí con esa voz de una seguridad franca y sincera, más que sincera, era la voz de mi Creador. Me olvidé de mí misma en ese momento y solo viví para ti, tú eres la pasión de mi existencia entera, somos uno en dos. Soy libre, completamente dichosa. Esto no es un escape de la realidad, es una decisión de vida, donde el amor se corona como flores de rosales.

El sufrimiento lo llevamos juntos y no es un impedimento para aventurarnos en el abismo, que de hecho no es abismo, es cielo mismo. De algo estoy segura, fuiste creado para mí y yo fui hecha para ti, amado mío. Tu piel se eriza con cada letra que trazó y con cada palabra que se forma, te amo más allá de todo lo material, más allá de cualquier sentimiento vano, te amo con un amor sincero, que no es ilusión, es decisión de amar por toda la eternidad.

Es darlo todo o nada, es estar con él a solas, y más allá que palabras dulces, es verlo y contemplarlo con ojos de doncella enamorada y con esa mirada seducir sus adentros hasta sucumbir su ser. Prefiero morir contigo y para ti que vivir enteramente en la soledad.


Ilustración: Belén Yañez

Jhoana Chaidez, nació el 29 de mayo de 2003, en Culiacán, Sinaloa, México. Hija de un matrimonio de clase media, creció junto a ellos en casa de sus abuelos paternos. Siempre fue una estudiante destacada en su trayectoria académica. Actualmente, cursa la Lic. en Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de Sinaloa. Tras padecimientos mentales, sigue el camino de la escritura, uniéndose a la ACOEM (Asociación Contemporánea de Escritores Mexicanos) y a la Confederación de Asociaciones de Jóvenes Lectores y Escritores. Se encuentra en el proceso de publicación de su primer libro, «Alas de guerra».