Vino barato Marisela Riquelme

Dijiste que esta noche podrías quedarte a mi lado y como es de costumbre mentiste. Es muy lamentable que me hayas obligado a tomar esta drástica decisión. ¿Qué pretendías conduciendonos hasta este lugar? ¿Acaso buscabas librarte de mí? Por primera vez he sido más astuta que tú, lo he comprobado y estoy segura de que si mañana fuera yo la que apareciera flotando entre las frías aguas de este río, no te importaría en absoluto. Por el contrario, sentirías calma, eliminando un estorbo. Para ti siempre fui la segunda opción y, aunque por mucho tiempo mantuve la esperanza y deseé con todas mis fuerzas ser la única, sé que no ocurrirá. Insististe tanto en que bebiera una copa de esta botella de vino barato, que, jamás lo hubiera creído, si no fuera por las copas que por intuición intercambié; en este momento sería yo quien duerme. Has llegado tan lejos para ocultar tus mentiras y engaños que aún no puedo comprender, lo que pretendías hacer.

Ahora aquí me encuentro en frente a ti y observo la calma del río, con la luna como única testigo. Estoy tan cerca del abismo que me empuja a cometer una locura. Te veo tan lánguido y silencioso, como me gustaría que la gelidez recorriera todo tu cuerpo sin dolor alguno, aunque mereces sufrir y que al querer despertar de tu pesadilla, ya sea tan tarde que tus pulmones no tengan más cabida que, de seguir la corriente del río. No pensé que así terminaría todo. En este momento siento que he enloquecido de la forma más nefasta, cuantas veces lloré arrullada en la cama, esperando una llamada o un mensaje de respuesta, pero no. Siempre rechazada o los mensajes en visto, incluso desee ir hasta tu casa y decir de lo nuestro a tu familia. No obstante, me falto el valor o quizás fui muy ingenua al creer que dejarías a tu esposa por mí ¿y qué recibí a cambio? nada.

Esta será la última noche en que vuelva a derramar lágrimas por tí. Es cierto, enloquecí y de cordura ya no entiendo. Creo que al fin he decidido lo correcto, me marcho de tu vida, ya nunca me volverás a ver, esto terminó para mí y si crees que mis manos se verán manchadas con un ser sin entrañas como tú, te has equivocado. Aunque en todo momento he sentido la necesidad de venganza. Sigue viviendo tu infierno, alimentando mentiras, provocando a pobres ilusas como yo, pero, ten por seguro que, si no soy yo la que hoy finaliza el trabajo, habrá otra que sí tenga el valor. Te aseguro que mañana será otro día, esta noche me voy con la conciencia limpia y no me haré responsable ante cualquier eventualidad. Recuerda que, cuando el río suena no es porque siempre trae piedras.









Ilustración: Heriberto González "Coctecón"