Cuando sentí su presencia, me quedaba poco tiempo para tomar una decisión, a pesar de mis pasos agigantados para evitar ser alcanzada, ya era tarde.

Me sujetó de las extremidades, evitando que llegase a la puerta; desplegó su pierna hacia mi espalda dejándome casi inmovilizada, en seguida trató de enlazaran sus manos en mi cuello; no le bastó, así que decidió sacar la navaja de su bolsillo, dándome un mejor panorama.

Después de varios forcejeos, se dejó de emitir la palabra «ayuda». El arma se encontraba en mi mano, un golpe había acabado con la escena. Al llegar la policía, mi cuerpo estaba tendido, abrí los ojos y al costado estaba él.Sin duda, esta batalla la había ganado; me aseguré de haber validado la justicia por mano propia. No sería una noticia más de feminicidio.