A Leona Vicario

Daniela Escalante

Aquí me encuentro, de pie, quieta, espectadora de los bordes de tu columna, de las espinas que la conforman, de tu dorso. Aquí yaces, Leona, yacen nada más que los restos de tu cuerpo físico, sin embargo, un jirón de lo que tu alma representa yace en mí.

Punta dorada, fúlgida, Victoria con el brazo extendido y a punto de colocar aquella corona de laurel sobre tu cabeza, heroína. Aquí yace la Alada; la sostiene un pedestal. Lo observo, su base y sus bordes rayados con palabras que gritan sed de libertad. ¿Qué pienso? ¿Es, acaso, una sensación agridulce que haya todo esto en tu lugar de descanso? ¿Qué siento?

Siento paz, felicidad, melancolía, una mezcla de emociones que me hacen sentar cabeza y darme cuenta de que este es un estupendo lugar para que descansen también estos sororos alaridos. Te encantaría, Dulcísima y Benemérita Madre de la Patria, leer estos cantos de unión femenina. Tú lo apoyarías; de ser posible, tú misma lo habrías hecho, aquí, ahora y siempre.

Que quemen, rompan y rayen


Ilustración: Valo