Energía Cinética


Luis Miguel Blanco Arias


Era un hermoso par de piernas. Se veían caminando, a velocidad constante, del otro lado de unos arbustos que adornaban el parque. El sonido musical de los tacones finos embrujaba los oídos. David estaba loco por contemplar a la dueña de aquellas columnas corintias ambulantes. Permanecía, por tal motivo, con pose de galán. Sabía que pronto, por la velocidad de su andar y la poca longitud de la jardinera, la joven que ejecutaba aquella demostración práctica de la dinámica femenina saldría a la luz.

Le dije que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón; intenté hacerle ver que por tal cosa Dios terminaría castigándolo. Ignoró mis palabras con su enorme ego de ateo. Estaba hechizado con la energía cinética que manaba de ese movimiento rectilíneo uniforme, de ese espectáculo que combina la Física con la Anatomía. Hipnotizaba más que un movimiento pendular. Para un hombre que ha explicado miríadas de veces, sobre un pizarrón, las Leyes de Newton y la Teoría de la Relatividad existía una ley física que no aparece en los libros científicos: cuando una mujer se desplaza los hombres adoptan automáticamente un estado de reposo, siempre relativo.

A los pocos minutos tuvimos que salir corriendo cual dúo de locos. Nos trasladamos con un movimiento curvilíneo, venciendo la fuerza de rozamiento y aprovechando la solidaria ayuda de la inercia. Como si nada, por los adoquines del parque, con suma sensualidad, seguía su trayectoria el hermoso par de piernas, solas, sin cuerpo alguno.




Ilustración: Selene Hepé

Sobre el autor

Luis Miguel Blanco Arias nació el 9 de junio de 1998 en Granma, Cuba. Actualmente estudia Arquitectura en la Universidad de Oriente, Santiago de Cuba. Recientemente se lanza como escritor novel. Ha publicado en “La revista inexistente”. Profesa la fe cristiana, y en ella se inspira para escribir.